Come y calla,
le dice la madre al niño.
Come y calla,
el cliente a la ramera.
Come y calla,
le dijo Eva a Adán...
Come y calla, se dice una misma frente al plato, frente a un cuerpo a oscuras, con tal de no pensar demasiado, con tal de no discutir, con tal de no decir lo que se siente. Con tal de seguir viviendo como un zombie complaciente.
Así, comiendo y callando, se rumia en silencio, en los hospitales, en las cocinas, en los psiquiátricos, en las casas que abanderan la decencia, en las camas donde nunca debiste dormir, frente a los frutos prohibidos que nunca debiste coger.
Y es que con la boca abierta no se come, con la boca llena no se habla, pero ese vacío que grita desde el estómago no pide ser llenado más que con respuestas.
Habla, grita, escupe, vomita, de lo contrario seguirás mareada, embotada, atrapada en la dinámica de una mala digestión.
Buen provecho...
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